27/3/12

Homenaje: 7 años sin Fernando Jiménez del Oso

El doctor Fernando Jiménez del Oso

"Unos llegarán a esa cita con mil proyectos pendientes por realizar. Otros en cambio lo harán con impaciencia, deseando dejar atrás una vida cargada de sufrimiento, pero todos llegarán. Llegaremos. Por eso a todos nos importa saber si esa cita es el final definitivo, la caída de un sueño sin ensueños, o por el contrario es el principio de otra historia, de otra vida en la que de alguna forma diferente continuaremos existiendo sin perder la consciencia de nosotros mismos. Creo que merece la pena hablar de todo ello."

Con estas palabras se refería el doctor Fernando Jiménez del Oso a uno de los secretos mejor guardados de la existencia. Al enigma de la Muerte; esa otra realidad misteriosa que hay quienes esbozan con temerosa guadaña y otros, los más románticos, bajo la imagen delicada de una dama joven y triste. La dama del alba. La doncella que al besar, condena y destruye.

Una vez le preguntaron a Fernando en una entrevista cuál era su enigma por antonomasia, su misterio preferido; aquél que le despertaba más incertidumbre. El doctor de barba gris, de voz cavernosa y monocorde, tras más de veinte años de investigación contestó sin dudar que la propia vida. Y qué razón tenías, Maestro.



Fernando Jiménez del Oso, un maestro del misterio.
Fotografía extraída del vídeo: OSCURO FDM.

Fernando Jiménez del Oso nació el 21 de julio de 1941 en Madrid. Tras estudiar la carrera de Medicina y licenciarse en la rama de Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid decidió dar un giro radical a su vida y cambiar, como algunos señalan, los fonendos por la ouija y los diagnósticos clínicos por las psicofonías. Desde muy joven le habían entusiasmado las historias de Misterio, los temas ocultos que en aquellos años no eran entendidos ni socialmente aceptados. Tal y como diría Jiménez del Oso años después, resultaba tarea casi imposible conseguir libros y revistas en aquella España de blanco y negro donde la mayor parte de los ejemplares estaban relegados a los estantes en penumbra de algunas librerías de viejo. Tal vez tenía que ser así. Tal vez el destino le tenía reservado al bueno del doctor su Excálibur y su roca particulares.
Tras varias colaboraciones con su amigo Narciso Ibáñez Serrador en Historias para no dormir, serie de gran éxito donde cada semana los monstruos más profundos aterrorizaban la pequeña pantalla de multitud de hogares españoles, Fernando participó en el programa Todo es posible en domingo (1974), presentado por José María Íñigo, donde tenía una sección para tratar los asuntos que más le gustaban, los temas paranormales. Fue allí donde su carrera despegó y donde, dicho sea de paso, tuvo algún que otro enfrentamiento con las altas esferas eclesiásticas, poco acostumbradas a temáticas tan extrañas y experimentos tan innovadores como las propias psicofonías, que por aquellos tiempos practicaba otro de los grandes, el doctor Germán de Argumosa.

Poco a poco, Jiménez del Oso comenzó a crear su propia aventura televisiva, y a principios de los años 80 le llegó el reconocimiento con espacios tan recordados hoy en día por el gran público como La puerta del Misterio y La España Mágica.


La Quinta Esfera hace un homenaje a Fernando Jiménez del Oso.
Fotografía extraída del vídeo OSCURO FDM.

¿Cuál es tu temática preferida dentro del mundo del Misterio? Le preguntaban una y otra vez. Y Fernando, el psiquiatra de mirada sensata y ojeras pronunciadas, sonreía. Eran tantos los programas realizados y la multitud de lugares que había visitado que elegir uno sólo se hacía complicado. Aún así, a lo largo de su vida mostró gran interés por la parapsicología, la ufología y el misterio de las culturas desaparecidas.

Además de escribir algunos ensayos, Jiménez del Oso también fundó distintas revistas especializadas donde plasmó sus inquietudes más profundas y ayudó a los más jóvenes a seguir adelante. A esa nueva generación de futuros maestros que como él seguían una senda distinta, alejada del Periodismo convencional. Así nacieron Más Allá de la Ciencia, Espacio y Tiempo, y la prestigiosa revista Enigmas del Hombre y del Universo, más conocida como Enigmas, prolífica cantera de periodistas reconocidos en la actualidad como Iker Jiménez, Carmen Porter, Pablo Villarrubia o Santiago Camacho, entre otros.
Era un domingo, 27 de marzo de 2005, cuando la voz del doctor que tantas inquietudes había inspirado a los seguidores del Misterio se apagaba para siempre a los 63 años, víctima de un cáncer de pulmón. Quienes le conocieron en vida aseguran que, tras esa imagen de aparente seriedad que mostraba mientras contaba historias con voz pausada en la oscuridad de su gabinete, se encontraba la chispa, la sonrisa y el espíritu de una gran humanidad.

Gracias a Fernando Jiménez del Oso.

Y ahora que ya estás allí, Maestro. Ahora que recorres la eterna aventura junto a los que ya se fueron, junto a Germán, junto a Andreas... Ahora que ya has descubierto el secreto mejor guardado de todos, solo podemos decirte GRACIAS. Gracias por ser la bandera de los que dudan, de los que se hacen preguntas a cada instante. ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?

Desde aquí, hacia allá. Un saludo para las estrellas.

19/3/12

Especial 11M Japón. Los héroes que siempre callaron

Japonés sufriendo tras el desastre del 11M.

Aquella mañana el pequeño Takumi se despertó como todos los días. Todavía era temprano para ir a buscar a su padre, así que pensó en aprovechar los primeros rayos de luz para salir unos minutos fuera de su casa. En el puerto cercano, observó detenidamente cómo varios niños jugaban a ser futuros capitanes, los valientes señores de la mar.

Mientras tanto, la vida se abría paso en la localidad costera de Sendai, prefectura de Miyagi, donde los adultos se disponían a realizar como cada día sus labores cotidianas. Nada en el ambiente podía presagiar que esa mañana iba a ser distinta a las demás. El mar, en aquellos primeros instantes de la madrugada, todavía estaba en calma.
Eran las 14:46 horas del 11 de marzo de 2011 cuando los primeros temblores se produjeron en el fondo del mar, cerca de la costa de Honshu. Todavía sorprende ver las imágenes del terremoto y observar cómo los japoneses apenas se mueven, apenas se asustan. Parece que todo es normal, ya que Japón es un país con gran tendencia a este tipo de movimientos sísmicos. Tanto es así, que la aparente tranquilidad que se plasma en los gestos de algunos de los ciudadanos llega incluso a conmover al espectador externo. 
Sin embargo, lo peor estaba a punto de suceder. Apenas unos instantes después del fuerte terremto, una gran ola que, según cuentan, llegaba a alcanzar los catorce metros de altitud, destrozaba en cuestión de segundos puentes, carreteras, infraestructuras y todo lo que encontraba a su paso. Una vez más la naturaleza mostraba sus cartas al género humano. Una jugada mortal que daba a conocer su lado más oscuro y desconocido.

El Tsunami con olas de hasta 14 metros que azotó Japón el 11 de marzo de 2011.
En algunas zonas, las olas llegaron a penetrar hasta 10 kilómetros. Foto: AFP.

Un día después, la pesadilla para el pueblo japonés no había terminado. Algunos afirman que no había hecho más que comenzar. A las imágenes de barcos varados en mitad de ninguna parte, incontables hogares arrancados de cuajo, incendios en refinerías, y miles de hombres y mujeres desaparecidos, se iba a unir la imagen del miedo a lo invisible. La sombra del espectro nuclear o del jinete atómico, que parecía haberse extinguido tras más de veinte años de aparente tranquilidad volvía a ser una realidad incómoda con la colisión del tsunami sobre la central nuclear de Fukushima Daiichi. El incidente dañó gravemente tres de los seis reactores de la instalación y dio pie a la mayor catástrofe nuclear de la historia después de los sucesos acontecidos en Chernóbil (Ucrania) en 1986.


El desastre nuclear de Fukushima que aún perdura.
La explosión de la central nuclear de Fukushima. Foto: CityPictures.org

Entonces llegó el momento del gran sacrificio. Para algunos fueron verdaderos héroes, para otros terribles kamikazes, lo que no cabe duda a día de hoy es que este grupo de personas, con nombres y apellidos, son un auténtico símbolo de valentía para Japón.

Los liquidadores, entre quienes se encontraban: bomberos, militares, trabajadores del complejo y hasta, según han publicado otros medios, vecinos de las localidades cercanas a Fukushima, se encargaron durante los meses siguientes de limpiar los restos radiactivos de la central, en muchas ocasiones expuestos a cantidades extremas de radiactividad. De hecho, en algunas personas que estuvieron en contacto con el agua contaminada se les detectó hasta 10.000 veces el nivel de radiación permitida en seres humanos.

Los liquidadores de Fukushima, héroes que sufrirán por siempre las secuelas del desastre nuclear.
Los liquidadores de Fukushima esperaban morir. Foto: AFP.

Es triste tirar de hemeroteca y comprobar cómo algunos de estos samuráis del siglo XXI, como también se les llamó, escribían cartas a sus padres, mujeres e hijos despidiéndose de ellos. En La Quinta Esfera leímos algunas, y pasado una semana del programa aún resulta difícil comprobar cómo este puñado de hombres asumió con macabra aceptación el destino que ya se dibujaba con trazos nítidos en el horizonte: futuras malformaciones, alteraciones genéticas, cáncer, entre otras enfermedades.

Por eso nuestra admiración. Aquí era más difícil. Los japoneses ya sabían a lo que se exponían limpiando la central nuclear tras los sucesos de Chernóbil y aún así no dudaron en ofrecer sus vidas para intentar salvar otras muchas. Por eso, la pasada semana despedíamos el homenaje a Japón asegurando que este país es un símbolo de esperanza. Un país que en aquellos días dio la mayor lección que podía dar al mundo entre pequeños y grandiosos detalles.

En cada historia siempre hay una intrahistoria. La presente está protagonizada por personas anónimas que hace un año demostraron que es precisamente en los momentos difíciles cuando hay que permanecer más unidos, sabiendo entender el mensaje que se encuentra escrito a fuego en el interior de los demás.

Barco varado por culpa de la potencia del tsunami de Japón. La naturaleza en estado puro.
Un barco pesquero rodeado de restos tras el tsunami en la ciudad de Kamaishi. Foto: AFP.

Hay una imagen que junto al superviviente árbol de Rikuzentakata (único en pie de un bosque de 70.000 árboles que devastó el tsunami) no se nos borra de la memoria. En aquellos momentos de confusión, cuando la gran ola acababa de inundar los sueños de miles de personas, el objetivo de una cámara de vídeo captaba la imagen de un perro que, pese a todo lo que estaba sucediendo, no dejaba de lado a su compañero. Otro can. Uno de los suyos que malherido, con la mirada perdida, estaba tumbado sobre el suelo sin poder moverse. 

Y qué lección, qué enseñanza tan perfecta, sabia y natural en las imágenes de un árbol que se mantiene todavía en pie como símbolo de esperanza y de un animal que ayuda a otro en silencio, expresando con gestos lo que no puede decir con palabras. Tranquilo, no tengas miedo. Estoy aquí contigo.

Ellos son también verdaderos héroes; digna representación del gran ejemplo que los japoneses nos dieron en aquellos fatídicos días de marzo de 2011. Auténticos samuráis de otro tiempo y otra época. Los héroes que siempre callaron.