Parecía increíble, pero aparentemente
era verdad. Hace unos días, una noticia cuanto menos curiosa se dejó ver tímidamente,
como si fuera una estrella fugaz, en algunos lugares concretos del ciberespacio.
Sin embargo, no trascendió a los medios de comunicación convencionales. Se quedó
ahí, prácticamente invisible y sola, a la espera de que tal vez algún día el
tiempo la borre para siempre.
La noticia en cuestión anunciaba en unas cuantas líneas lo imposible. Al parecer, hace unos días varios científicos en Australia habían captado cuatro destellos extraños a través de un avanzado radiotelescopio. Los destellos eran emisiones de radio procedentes de algún punto lejano de las estrellas. Los científicos no se atrevieron a decir más. Solo que aquellas señales, o lo que fueran, procedían de una distancia que podía superar los 11.000 millones de años luz respecto a nuestro planeta. ¿Qué significaban aquellos pulsos celestiales? ¿Estábamos ante la prueba definitiva de que “algo” o “alguien” estaba tratando de establecer comunicación con nosotros, o todo aquello no era más que una distorsión consciente o inconsciente?
La noticia en cuestión anunciaba en unas cuantas líneas lo imposible. Al parecer, hace unos días varios científicos en Australia habían captado cuatro destellos extraños a través de un avanzado radiotelescopio. Los destellos eran emisiones de radio procedentes de algún punto lejano de las estrellas. Los científicos no se atrevieron a decir más. Solo que aquellas señales, o lo que fueran, procedían de una distancia que podía superar los 11.000 millones de años luz respecto a nuestro planeta. ¿Qué significaban aquellos pulsos celestiales? ¿Estábamos ante la prueba definitiva de que “algo” o “alguien” estaba tratando de establecer comunicación con nosotros, o todo aquello no era más que una distorsión consciente o inconsciente?
El caso es que esta insólita noticia
nos hizo recordar otra historia que seguro que todos vosotros habéis escuchado
alguna vez. Una historia que, aunque lejana, relataba en libros antiguos cómo los
seres humanos también tuvimos un día la necesidad de ponernos en contacto con
otras civilizaciones desconocidas. Uno de los ejemplos lo tenemos en Cristóbal
Colón y sus marineros, quienes se atrevieron a dar ese gran salto a través del
mar para llegar a América y así alterar el rumbo de la historia; o también lo
que sucedió unos siglos más tarde cuando tres valientes procedentes del Nuevo
Mundo lograron de igual modo resquebrajar los límites del pensamiento y acariciar
la superficie de la Luna. Sin embargo, fue en 1977 cuando llegó el turno de la
magia.
Y hablamos en este nuevo apartado
de magia porque lo que sucedió ese año fue algo verdaderamente mágico,
solamente comparable a los cuentos que todos hemos escuchado alguna vez cuando éramos
niños y que todavía hoy muchos pensamos que siempre fueron de verdad. Ese mismo
año de 1977, Estados Unidos lanzó varias sondas al espacio que contenían los
secretos más íntimos y hermosos de la humanidad. La prueba futura de que una
vez existió una civilización cerca del Sol que un día soñó con la posibilidad
de la existencia de vida inteligente en otros planetas. Las sondas
Voyager escondían eso, un disco de oro en el que se guardaban más de cien
imágenes de la Tierra, algunas composiciones de Mozart y Beethoven, el sonido
de las ballenas o el llanto de un bebé recién nacido. La magia de la humanidad tenía un solo destino, las estrellas. Y es que si lo pensamos bien, qué hay más
mágico en esta vida que el sonido de un niño que acaba de contemplar el mundo
por primera vez...
Hace un mes, La Quinta Esfera
terminó su tercera temporada. Sin embargo, el final no podía terminar con
nuestra música de despedida. Queríamos esperar varios días más para cerrarla de
una forma definitiva. Al fin y al cabo, una temporada nunca puede estar
completa sin una despedida a través de estas páginas que nos han
acompañado desde el principio de nuestra particular historia. Y
tampoco, tampoco podíamos cerrar definitivamente este capítulo de nuestras
vidas sin ofreceros estas líneas a modo de pequeño agradecimiento. Resulta una
paradoja, pero en este caso faltan las palabras. Y como si este mensaje fuera
un eco lejano hacia el futuro que ya es presente y ahora pasado, solo nos queda
decir, gracias. La Quinta Esfera siempre estará presente en una ilusión, en un
recuerdo precioso; a través de las ondas del tiempo, y en el corazón de unas
cuantas personas a las que un día la vida reunió para ser amigos y hacer un
programa de radio.
Siempre que miréis una estrella; siempre
que contempléis la inmensidad del cosmos, recordad que somos muchos los que todavía pasamos horas y horas contemplando el infinito y soñando con cualquier
destello. Soñar fue el regalo más bonito y verdadero que alguien nos hizo una
vez hace muchos, muchos años. Los sueños, imaginar mundos imposibles… Y en
definitiva: amar y ser feliz. Esa fue la única misión que los dioses encomendaron
a esos seres pequeños, y en ocasiones mágicos, que vivían cerca del Sol. Y tal vez, no dentro de mucho tiempo, tendrán que volver a enviar un nuevo destello para recordarlo.
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