19/3/12

Especial 11M Japón. Los héroes que siempre callaron

Japonés sufriendo tras el desastre del 11M.

Aquella mañana el pequeño Takumi se despertó como todos los días. Todavía era temprano para ir a buscar a su padre, así que pensó en aprovechar los primeros rayos de luz para salir unos minutos fuera de su casa. En el puerto cercano, observó detenidamente cómo varios niños jugaban a ser futuros capitanes, los valientes señores de la mar.

Mientras tanto, la vida se abría paso en la localidad costera de Sendai, prefectura de Miyagi, donde los adultos se disponían a realizar como cada día sus labores cotidianas. Nada en el ambiente podía presagiar que esa mañana iba a ser distinta a las demás. El mar, en aquellos primeros instantes de la madrugada, todavía estaba en calma.
Eran las 14:46 horas del 11 de marzo de 2011 cuando los primeros temblores se produjeron en el fondo del mar, cerca de la costa de Honshu. Todavía sorprende ver las imágenes del terremoto y observar cómo los japoneses apenas se mueven, apenas se asustan. Parece que todo es normal, ya que Japón es un país con gran tendencia a este tipo de movimientos sísmicos. Tanto es así, que la aparente tranquilidad que se plasma en los gestos de algunos de los ciudadanos llega incluso a conmover al espectador externo. 
Sin embargo, lo peor estaba a punto de suceder. Apenas unos instantes después del fuerte terremto, una gran ola que, según cuentan, llegaba a alcanzar los catorce metros de altitud, destrozaba en cuestión de segundos puentes, carreteras, infraestructuras y todo lo que encontraba a su paso. Una vez más la naturaleza mostraba sus cartas al género humano. Una jugada mortal que daba a conocer su lado más oscuro y desconocido.

El Tsunami con olas de hasta 14 metros que azotó Japón el 11 de marzo de 2011.
En algunas zonas, las olas llegaron a penetrar hasta 10 kilómetros. Foto: AFP.

Un día después, la pesadilla para el pueblo japonés no había terminado. Algunos afirman que no había hecho más que comenzar. A las imágenes de barcos varados en mitad de ninguna parte, incontables hogares arrancados de cuajo, incendios en refinerías, y miles de hombres y mujeres desaparecidos, se iba a unir la imagen del miedo a lo invisible. La sombra del espectro nuclear o del jinete atómico, que parecía haberse extinguido tras más de veinte años de aparente tranquilidad volvía a ser una realidad incómoda con la colisión del tsunami sobre la central nuclear de Fukushima Daiichi. El incidente dañó gravemente tres de los seis reactores de la instalación y dio pie a la mayor catástrofe nuclear de la historia después de los sucesos acontecidos en Chernóbil (Ucrania) en 1986.


El desastre nuclear de Fukushima que aún perdura.
La explosión de la central nuclear de Fukushima. Foto: CityPictures.org

Entonces llegó el momento del gran sacrificio. Para algunos fueron verdaderos héroes, para otros terribles kamikazes, lo que no cabe duda a día de hoy es que este grupo de personas, con nombres y apellidos, son un auténtico símbolo de valentía para Japón.

Los liquidadores, entre quienes se encontraban: bomberos, militares, trabajadores del complejo y hasta, según han publicado otros medios, vecinos de las localidades cercanas a Fukushima, se encargaron durante los meses siguientes de limpiar los restos radiactivos de la central, en muchas ocasiones expuestos a cantidades extremas de radiactividad. De hecho, en algunas personas que estuvieron en contacto con el agua contaminada se les detectó hasta 10.000 veces el nivel de radiación permitida en seres humanos.

Los liquidadores de Fukushima, héroes que sufrirán por siempre las secuelas del desastre nuclear.
Los liquidadores de Fukushima esperaban morir. Foto: AFP.

Es triste tirar de hemeroteca y comprobar cómo algunos de estos samuráis del siglo XXI, como también se les llamó, escribían cartas a sus padres, mujeres e hijos despidiéndose de ellos. En La Quinta Esfera leímos algunas, y pasado una semana del programa aún resulta difícil comprobar cómo este puñado de hombres asumió con macabra aceptación el destino que ya se dibujaba con trazos nítidos en el horizonte: futuras malformaciones, alteraciones genéticas, cáncer, entre otras enfermedades.

Por eso nuestra admiración. Aquí era más difícil. Los japoneses ya sabían a lo que se exponían limpiando la central nuclear tras los sucesos de Chernóbil y aún así no dudaron en ofrecer sus vidas para intentar salvar otras muchas. Por eso, la pasada semana despedíamos el homenaje a Japón asegurando que este país es un símbolo de esperanza. Un país que en aquellos días dio la mayor lección que podía dar al mundo entre pequeños y grandiosos detalles.

En cada historia siempre hay una intrahistoria. La presente está protagonizada por personas anónimas que hace un año demostraron que es precisamente en los momentos difíciles cuando hay que permanecer más unidos, sabiendo entender el mensaje que se encuentra escrito a fuego en el interior de los demás.

Barco varado por culpa de la potencia del tsunami de Japón. La naturaleza en estado puro.
Un barco pesquero rodeado de restos tras el tsunami en la ciudad de Kamaishi. Foto: AFP.

Hay una imagen que junto al superviviente árbol de Rikuzentakata (único en pie de un bosque de 70.000 árboles que devastó el tsunami) no se nos borra de la memoria. En aquellos momentos de confusión, cuando la gran ola acababa de inundar los sueños de miles de personas, el objetivo de una cámara de vídeo captaba la imagen de un perro que, pese a todo lo que estaba sucediendo, no dejaba de lado a su compañero. Otro can. Uno de los suyos que malherido, con la mirada perdida, estaba tumbado sobre el suelo sin poder moverse. 

Y qué lección, qué enseñanza tan perfecta, sabia y natural en las imágenes de un árbol que se mantiene todavía en pie como símbolo de esperanza y de un animal que ayuda a otro en silencio, expresando con gestos lo que no puede decir con palabras. Tranquilo, no tengas miedo. Estoy aquí contigo.

Ellos son también verdaderos héroes; digna representación del gran ejemplo que los japoneses nos dieron en aquellos fatídicos días de marzo de 2011. Auténticos samuráis de otro tiempo y otra época. Los héroes que siempre callaron.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo siento pero ese país no tiene futuro, está corrompido hasta las entrañas, solo tiene que ver el comportamiento de sus políticos para sus conciudadanos y de como están gestionando una crisis irreversible, todo el país está contaminado.
www.resumenesdesdefukushima.blogspot.com, www.fukushima-diary.com, www.fukushimavoice.com.

Sldos